Comentario
El adolescente toma carta de naturaleza durante el siglo XIX. Figura olvidada en épocas anteriores, la psicología toma en consideración a partir de ahora una etapa que define como crítica, que se ubica entre la comunión y el bachillerato o el servicio militar.
Por todas partes se advierte del peligro, siendo frecuente la aparición de tratados médicos sobre el tema en el que se exponen los problemas que atacan a la adolescencia y las soluciones posibles.
La adolescencia, edad intermedia, es peligrosa tanto para el individuo como para la sociedad. Una problemática evolución del joven puede dificultar o impedir su posterior integración social, lo que explicaría su facilidad para suicidarse. Además, observan los psicólogos, el adolescente, a mitad de camino entre la irracionalidad infantil y la racionalidad adulta, gusta de la violencia y la emotividad.
Como solución surgen los internados, tanto femeninos como masculinos, instituciones que asumen las carencias de los padres para ejercer una adecuada tutela sobre los hijos y que, en nombre del estado y la sociedad, se encargan transmitir a los jóvenes la moral y las buenas costumbres.
La ternura y los mimos que acompañan el universo infantil de los primeros años se vuelven recelo y distanciamiento. Los lazos familiares son ahora más difusos, siendo sustituidos por nuevas relaciones esta vez no heredadas o impuestas por la sangre sino ganadas por el adolescente. Los amigos, conocidos en el colegio o el cuartel, se convierten ahora en el ámbito de desarrollo individual.. Entrar a formar parte de un círculo de amistades supone para el adolescente la puesta en escena de su propia identidad y la confrontación con el resto de identidades. Los ritos de paso, las novatadas, se imponen como un tributo a pagar por quienes quieren abandonar los estrechos círculos familiares y formar parte de conjuntos de iguales. Las amistades de juventud se proyectan a lo largo del tiempo, siendo importantes para el futuro económico y hasta político del individuo.